Línea de Producción
Línea de producción
Fco. Javier Chaín
La construcción de la máquina de vapor de alta presión a principios del siglo XIX, constituye el pivote de la segunda revolución industrial. Y, la era tecnológica estructurada por el hierro barato y la máquina de vapor acrecentó la presión sobre el sector de máquinas herramientas, actuando como propulsor hacia la tercera era o revolución tecnológica. La fuerza del hierro esponja y el forjado estaba limitada por impurezas. A medida que el conocimiento sobre metalurgia se perfeccionaba se lograron grandes avances en su eliminación, para llegar al acero, o sea, hierro al que se habían reducido las impurezas del carbón. Entre 1850-1880, la sucesión de varias innovaciones radicales de proceso (Bessemer, Siemens y Gilchrist-Thomas), permitieron el advenimiento de la era del acero barato de alta calidad. A su vez, el abaratamiento del acero imprimió un nuevo impulso a la industria de la maquinaria.
Los avances en la estructuración del conocimiento útil y la ampliación de la base epistemológica del mismo relacionada principalmente con la ingeniería de máquinas y la metalurgia crearon un nuevo marco que explica en buena parte los descubrimientos de la inducción magnética a partir de 1830, del que surgió la tecnología del dínamo eléctrico hacia 1860-1870, base de la tercera era tecnológica. Dicha tecnología abrió la puerta a la generación y transmisión de un nuevo tipo de energía que se conjugaba con los avances en materiales, maquinismo y medios de comunicación logrados hasta entonces. Pero esa tecnología generó nuevos requerimientos desde el punto de vista tanto de la gestión productiva como de la social, relacionadas con las exigencias de equipo de una complejidad hasta entonces desconocida (mantenimiento, reparación, contabilidad, coordinación, gestión política, etcétera). Estas necesidades serían las bases para una nueva ruptura en el ritmo de las innovaciones, es decir, el salto a la era de la producción de masas, donde la organización y la gestión tomaron el rol dominante (cuarta era tecnológica)
Se requería una nueva organización por multitud de razones pero sobre todo las que emanaban de la ingeniería de máquinas. Esta había crecido en importancia económica desde mediados del siglo XVIII y se vió impulsada por el arribo del acero y la electricidad, pero su rol lo cumplía sobre la base de una organización artesanal, que agudizaba el problema de la limitada intercambiabilidad de partes. Pero la desarticulación del poder artesanal y de los oficios se logró a partir de la fórmula de Taylor en asignar a trabajadores semi-especializados o no especializados adscritos a maquinaria especializada, tareas acotadas y especificadas, garantizando la continuidad a un ritmo creciente mediante el movimiento de componentes. La idea de la línea de ensamble para mover las partes se tomó de la industria química añadiendo el motor eléctrico.
Hacia principios del siglo XX existían en los Estados Unidos las condiciones para la cristalización de la nueva era tecnológica. Ello se dio en 1915, cuando Henry Ford abrió la primera planta de ensamble de automóviles. El taylorismo separó las tres funciones de producción: manufactura, diseño y coordinación…
(060507)
Fco. Javier Chaín
La construcción de la máquina de vapor de alta presión a principios del siglo XIX, constituye el pivote de la segunda revolución industrial. Y, la era tecnológica estructurada por el hierro barato y la máquina de vapor acrecentó la presión sobre el sector de máquinas herramientas, actuando como propulsor hacia la tercera era o revolución tecnológica. La fuerza del hierro esponja y el forjado estaba limitada por impurezas. A medida que el conocimiento sobre metalurgia se perfeccionaba se lograron grandes avances en su eliminación, para llegar al acero, o sea, hierro al que se habían reducido las impurezas del carbón. Entre 1850-1880, la sucesión de varias innovaciones radicales de proceso (Bessemer, Siemens y Gilchrist-Thomas), permitieron el advenimiento de la era del acero barato de alta calidad. A su vez, el abaratamiento del acero imprimió un nuevo impulso a la industria de la maquinaria.
Los avances en la estructuración del conocimiento útil y la ampliación de la base epistemológica del mismo relacionada principalmente con la ingeniería de máquinas y la metalurgia crearon un nuevo marco que explica en buena parte los descubrimientos de la inducción magnética a partir de 1830, del que surgió la tecnología del dínamo eléctrico hacia 1860-1870, base de la tercera era tecnológica. Dicha tecnología abrió la puerta a la generación y transmisión de un nuevo tipo de energía que se conjugaba con los avances en materiales, maquinismo y medios de comunicación logrados hasta entonces. Pero esa tecnología generó nuevos requerimientos desde el punto de vista tanto de la gestión productiva como de la social, relacionadas con las exigencias de equipo de una complejidad hasta entonces desconocida (mantenimiento, reparación, contabilidad, coordinación, gestión política, etcétera). Estas necesidades serían las bases para una nueva ruptura en el ritmo de las innovaciones, es decir, el salto a la era de la producción de masas, donde la organización y la gestión tomaron el rol dominante (cuarta era tecnológica)
Se requería una nueva organización por multitud de razones pero sobre todo las que emanaban de la ingeniería de máquinas. Esta había crecido en importancia económica desde mediados del siglo XVIII y se vió impulsada por el arribo del acero y la electricidad, pero su rol lo cumplía sobre la base de una organización artesanal, que agudizaba el problema de la limitada intercambiabilidad de partes. Pero la desarticulación del poder artesanal y de los oficios se logró a partir de la fórmula de Taylor en asignar a trabajadores semi-especializados o no especializados adscritos a maquinaria especializada, tareas acotadas y especificadas, garantizando la continuidad a un ritmo creciente mediante el movimiento de componentes. La idea de la línea de ensamble para mover las partes se tomó de la industria química añadiendo el motor eléctrico.
Hacia principios del siglo XX existían en los Estados Unidos las condiciones para la cristalización de la nueva era tecnológica. Ello se dio en 1915, cuando Henry Ford abrió la primera planta de ensamble de automóviles. El taylorismo separó las tres funciones de producción: manufactura, diseño y coordinación…
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