Saturday, May 20, 2006

Poder y valor

Poder y Valor

Francisco Javier Chaín Revuelta

El poder político es la capacidad real de imponer la propia voluntad sobre los demás. La política es la lucha por estar en posición de ejercer esa capacidad. Pero, además de la búsqueda del poder, la política es también el intento de realizar el valor, es decir, el bien común. Entre el poder y el valor se mueve la acción política. Su relación es paradójica, porque la persecución del poder para sí mismo es incompatible con el bien común. El poder corrompe a quien lo sustenta. La búsqueda del valor implica la crítica y disrupción del poder existente, para afirmar ``lo otro'' del poder. Cuando el impugnador del sistema de poder adquiere la capacidad de imponer su voluntad a los demás, toma el lugar del antiguo dominador y se corrompe a su vez.
¿Cómo resolver la oposición entre poder y valor? La respuesta podría estar en tres principios. El primero parte de otra idea del poder, ya no la capacidad de imponer la propia voluntad a los demás, sino la fuerza inherente al servicio a los demás, el poder de la renuncia de sí para alcanzar el bien de todos. En esta concepción, el poder no se busca por sí mismo, es sólo un medio para realizar el valor. Sólo ese poder no corrompe. Es un poder que niega su capacidad de dominio sobre los demás, para afirmar el bien común. El bien es para todos y para los que ejercen el poder, nada. Es decir, la acción política es no luchar en beneficio de ningún grupo particular, menos aún de ningún líder. No será un partido con intereses particulares, no representará exclusivamente a una clase social o a un sector de la sociedad. Será lo contrario de las coloreadas sectas. Debe ser un movimiento que haga suyas las reivindicaciones justas de todos los grupos de la sociedad ahora aplastados por el poder existente. La organización no debe estar formada por personas que aspiren a obtener para ellas el poder o estén seducidas por la vanidad de ser vistos, sino por hombres y mujeres capaces de servir sin vanidad.
El segundo principio es aquel donde el mandatario no reemplaza a quienes le otorgaron el mando, es sólo su delegado No puede imponer su voluntad sino la de quienes le han dado el poder. No es decididor sólo presta su voz a quien sirve. No posee poder, es instrumento del poder. Por su medio habla este.
Toda fuerza política necesita dirigentes. Pero sólo dirigen lo que les manda la nueva sociedad. No pueden formar élite, grupo o facción. A quien se delega el poder no puede imponer su concepción política a los demás, ni pretender poseer la verdad. En una nueva organización política nadie debe imponer una ideología.
Los partidos políticos son el pasado. Se necesita nueva organización que recoja las demandas de los distintos sectores populares, los unifique en un programa común y oriente las acciones colectivas para cumplirlas. Su programa no respondería a la ideología sino dirigido fines y principios generales. El programa se configura en acciones concretas, con los objetivos de los grupos populares que no sean excluyentes de los demás.
El nuevo movimiento debería recoger y unificar los objetivos no excluyentes de todas las fuerzas de la sociedad organizada. Debería ser una fuerza aglutinante de todas ellas, un movimiento que no refleje la imposición de ningún grupo o partido, sino una unidad en la multiplicidad, un impulso constante para la coordinación permanente de todos los esfuerzos de acción de la sociedad real. Aún hay un tercer principio... (060520)

fjchain@hotmail.com

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