Vendedoras de Flores
Vendedoras de flores
Fco. Javier Chaín Revuelta
Algunas de ellas están representadas en diversos lienzos originales de Diego Rivera. Este pintor, patrocinado por el gobierno, contribuyó al renacimiento de la pintura mural. Se dedicó a grandes frescos sobre historia y problemas sociales de México en los techos y paredes de edificios públicos. Consideraba que el arte debía servir a la clase trabajadora y estar a su alcance. Entre 1923 y 1926 realizó los murales al fresco de la Secretaría de Educación en la ciudad de México. Su obra maestra es La tierra fecunda (1927) para la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, donde representa el desarrollo biológico del hombre y su conquista de la naturaleza.
Una real vendedora ambulante con una canasta de flores hermosas atiende a una joven que se detiene frente a ella. Le pregunta el precio por la docena y la vieja indígena se lo da. Como le parece muy barato a la joven, le dice a la indígena que le diera todas las flores, a lo que la indígena con cara de preocupación contesta: — Y si se las vendo todas, me quedo sin nada y no tengo que vender en todo el día. La joven se queda perpleja y dice: — Pues de una vez termine la jornada y descanse. Pero la indígena insiste y repite: — No, cómo cree señorita, si se las doy todas, ya no tengo que vender. Así va que la indígena le vende sólo una docena de flores y no la canasta entera.
Este suceso, más todos los que ocurren a las vendedoras ambulantes de flores de todas las calles de México (Texcoco incluso) nos da a pensar que hay que contar siempre con la resistencia de las culturas. Quien no la considera en su modo de pensar y actuar, está produciendo lo que, en tiempos pasados, sencillamente se llamaba imperialismo. Entonces, quien está reflexionando sobre la justicia social y económica en una dimensión verdaderamente global tendrá que dejar muchas pautas de su forma acostumbrada de pensar, si realmente quiere tomar en serio el desafío intercultural. No se puede subordinar la otredad del otro a suposiciones presuntamente universales; su aceptación queda planteada a la filosofía.
Sin embargo, sólo quedarse en eso no sería suficiente; ya que, al mismo tiempo, los problemas globales requieren una comprensión y acuerdos también globales. La justicia social no ha sido una cuestión mundial sólo desde la época de la globalización. Al otro lado, tenemos que confrontar los planteos "grandes", nacionales, continentales o globales, con los enfoques "pequeños", regionales o locales. Hay que deletrear el gran mundo.
La filosofía intercultural se sitúa justamente en este campo de tensiones y tentaciones universalistas y particularistas. En su preocupación por una comprensión global tendría que hacerse consciente: hay que contar con la resistencia de las culturas – entendida bien en un sentido positivo.
La nota termina afirmando que muchos hogares y oficinas de México y el extranjero cuelgan en sus paredes reproducciones enmarcadas de “Vendedoras de Flores” de Diego Rivera y preguntando si con la victoria del 5 de mayo, en que las fuerzas armadas del gobierno se están cubrieron de gloria contra los franceses de Atenco y penetraron hasta el mismo palacio de Napoleón ¿Se permitirá en Texcoco vivan y vendan flores las mujeres indígenas? o ¿Sólo se venderán sus riverianos retratos en los Wallmart? fjchain@hotmail.com (060505)
Fco. Javier Chaín Revuelta
Algunas de ellas están representadas en diversos lienzos originales de Diego Rivera. Este pintor, patrocinado por el gobierno, contribuyó al renacimiento de la pintura mural. Se dedicó a grandes frescos sobre historia y problemas sociales de México en los techos y paredes de edificios públicos. Consideraba que el arte debía servir a la clase trabajadora y estar a su alcance. Entre 1923 y 1926 realizó los murales al fresco de la Secretaría de Educación en la ciudad de México. Su obra maestra es La tierra fecunda (1927) para la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, donde representa el desarrollo biológico del hombre y su conquista de la naturaleza.
Una real vendedora ambulante con una canasta de flores hermosas atiende a una joven que se detiene frente a ella. Le pregunta el precio por la docena y la vieja indígena se lo da. Como le parece muy barato a la joven, le dice a la indígena que le diera todas las flores, a lo que la indígena con cara de preocupación contesta: — Y si se las vendo todas, me quedo sin nada y no tengo que vender en todo el día. La joven se queda perpleja y dice: — Pues de una vez termine la jornada y descanse. Pero la indígena insiste y repite: — No, cómo cree señorita, si se las doy todas, ya no tengo que vender. Así va que la indígena le vende sólo una docena de flores y no la canasta entera.
Este suceso, más todos los que ocurren a las vendedoras ambulantes de flores de todas las calles de México (Texcoco incluso) nos da a pensar que hay que contar siempre con la resistencia de las culturas. Quien no la considera en su modo de pensar y actuar, está produciendo lo que, en tiempos pasados, sencillamente se llamaba imperialismo. Entonces, quien está reflexionando sobre la justicia social y económica en una dimensión verdaderamente global tendrá que dejar muchas pautas de su forma acostumbrada de pensar, si realmente quiere tomar en serio el desafío intercultural. No se puede subordinar la otredad del otro a suposiciones presuntamente universales; su aceptación queda planteada a la filosofía.
Sin embargo, sólo quedarse en eso no sería suficiente; ya que, al mismo tiempo, los problemas globales requieren una comprensión y acuerdos también globales. La justicia social no ha sido una cuestión mundial sólo desde la época de la globalización. Al otro lado, tenemos que confrontar los planteos "grandes", nacionales, continentales o globales, con los enfoques "pequeños", regionales o locales. Hay que deletrear el gran mundo.
La filosofía intercultural se sitúa justamente en este campo de tensiones y tentaciones universalistas y particularistas. En su preocupación por una comprensión global tendría que hacerse consciente: hay que contar con la resistencia de las culturas – entendida bien en un sentido positivo.
La nota termina afirmando que muchos hogares y oficinas de México y el extranjero cuelgan en sus paredes reproducciones enmarcadas de “Vendedoras de Flores” de Diego Rivera y preguntando si con la victoria del 5 de mayo, en que las fuerzas armadas del gobierno se están cubrieron de gloria contra los franceses de Atenco y penetraron hasta el mismo palacio de Napoleón ¿Se permitirá en Texcoco vivan y vendan flores las mujeres indígenas? o ¿Sólo se venderán sus riverianos retratos en los Wallmart? fjchain@hotmail.com (060505)